Revista Sal (Clarin)
De la cumbia, con amor
El cantautor más romántico de la bailanta es todo un galán. Antes de dos Gran Rex, nos cuenta sus aventuras amorosas y cómo sobrevivió a veinte pastillas diarias, tres comas y un secuestro.
"Te la hago cortita: menos robar, drogarme y hacerme puto, hice de todo". Menuda carta de 
presentación la de Leo Mattioli, un gran letrista de la cumbia melódica, que escribe cosas como ésta: "'Señor, yo me enamoré de alguien que no sé cómo es'/'Solo escucho sus canciones, lo veo en la televisión y en mi carpeta está su nombre'/Le pregunté: 'Niña, ¿qué edad tienes?', dijo: 'Con 15 es suficiente para amar asi'/Le conté que yo conozco bien a ese hombre y no conviene sufrir asi". El protagonista, claro, era él mismo... Y no es casual que utilice la primera persona. "Escribo historias que viví de cerca, es como contarle un problema a un amigo", dice ahora, en una butaca de un Gran Rex vacío, que los días 14 y 15 de agosto se verá repleto, cuando Leo haga doblete para festejar su cumpleaños número 34. Mira el teatro, se ríe y adelanta: "Me gusta mucho cuando las mujeres te tiran los corpiños y las bombachas al escenario. En una de las camionetas tenía 40 corpiños colgados en el vidrio de atrás, pero no se veía nada y chocamos. ¡Aparte, no se aguantaba el olor!".
Verdadero clásico tropical, el "León Santafecino" es u fenómeno con nueve discos como solista (después de alejarse del Grupo Trinidad), que ya rechazó cuatro invitaciones de Tinelli: "Los temas son tan míos y tan profundos, que nunca aceptaría que se me cagaran de risa en un programa". ¿Cómo se ganó la fama de "el último romántico"? Portando un enorme anillo de oro y rubíes que ya es parte de su personaje ("en casa no lo llevo, porque cocino, lavo y plancho"). Escribiendo letras que él mismo compara con telenovelas. Y haciendo confesiones como "Me voy a dormir en ropa interior, pero siempre amanezco desnudo" o "El cierre ideal de una noche romántica es en la cama, tocando la guitarra después de un goce profundo". "Después de una buena sacudida es bueno componer. Salen buenas canciones... Aunque a veces me mando en cana solo", bromea. Y después, en su rol de hombre romántico, confirma: "El sexo para mí es amor. Rara vez me he revolcado sin sentirlo".
-¿Sos un tipo que sabe de amor?
-Creo que si. Tengo mi pareja hace años... ¡Y mis parejas! Pero cada cual por su camino, sin que se crucen, siempre sabiendo andar y volviendo al principal después de desviarse.
-¿Pero en el principal después no te ponen peaje?
-¡Y bueno, pero hay que pagar el peaje, aunque aumente...!
Así habla quien se pasó la tarde firmando unos 1.500 autógrafos en el teatro. Les susurró "Ay, amor" (su marca registrada) a chicas que lloraban al verlo, se dejó sacar cientos de fotos con celulares, firmó remeras (¡y hasta una cédula de identidad!) y abrazó a un pibe que lloraba y le decía: "Perdoname, me siento como una mina". Todo, custodiado por su entrenador y guardaespaldas Sandro Vázquez, ex púgil de peso completo, alias "el Tyson argentino". Leo lo contrató para llegar en forma a los shows. Y juntos son dinamita: no se pierden pisada, comen lo mismo. "Igual, cuando se da vuelta me lastro una masita", acota Leo, pícaro. El humor es una de sus armas preferidas. Se lo ve bien, dice que está mejor que nunca. Y no es joda, Ya verán por qué.
La leyenda de Leo Mattioli comienza con un pibito de Santa Fé que trabaja en la venta ambulante. Broches, palanganas y baldes son su mundo. Es hijo de un campeón de tiro con arco y flecha (él mismo se jacta de su puntería con todo tipo de arma), que se curte en la escuela de Sandro, Cacho Castaña y Palito Ortega y a los trece años ya tiene una colección de historias. Crece rápido el pibe. "A los quince estaba juntado con una mujer de 38 años y otra de 32, mujeres de la noche", recuerda hoy. A los 20 años entra al Grupo Trinidad. A los 27, se hace solista. Y llega alto con su voz de seda y buenas historias. "La gente llora a veces, porque si son problemas de amor, tal vez no los pueden desahogar. O la persona que quieren que les diga 'Te amo' no se lo dice, entonces lo reciben por la canción. Yo soy un ser humano como cualquiera, voy al baño como cualquiera, con más o menos olor, hago el amor como cualquiera, mejor o peor, y lo que me pasa, lo compongo".
-No tenés representante.
-Ya no. Tuve dos: uno no me sirvió y el otro casi me mató. Yo digo que deben tener cáncer, porque la quieren manotear toda junta, de golpe, como si se fueran a morir mañana.
Mattioli es protagonista de una vida siempre al límite. En el año 2001 padeció un secuestro express ("uno de los tipos me hizo hablar con su mujer para saludarla por teléfono"). Un año antes, un accidente de ruta lo alejaba por tres meses de las bailantas. "Tenía el pié muerto, decían que no iba a caminar más", recuerda. "No me preguntes cómo fue el accidente, veníamos de un baile y cuando me desperté ya estaba en el hospital". Esa fue la primera vez que estuvo en coma. Hubo más: "Dos neumonías me dejaron en coma, me han puesto el resucitador en el pecho, con el corazón apagado, una vez me dijeron que tenía SIDA y cuando ya me quedaban dos horas de vida, me trasladaron y me salvaron".
-¿Cómo estás ahora?
-Ya estoy sin medicación. Y eso es bueno. Tomaba 20 pastillas por día para andar, para dormir, para levantarme, para la presión, para hablar, tranquilizantes, antidepresivos... Estaba hecho un zombi.
-¿Componías asi enfermo?
-Nunca dejé de componer, por más que no quiera. Son experiencias de vida muy fuertes. Y sirven para salir adelante: me ha cagado gente que no esperaba, cómo me voy a deprimir si me caga uno más.
-¡Sos un gato de siete vidas...!
-Las siete ya se me fueron, me parece, deben ser dos gatos juntos. No sé si seré un gato de siete vidas... ¡O si andar con muchos gatos me salvó la vida!
